Cabezo del Santo. 18 de abril de 2021

Aquí empieza un resumen de la salida que realizamos el domingo 18 de abril que en resumidas cuentas fue un día estupendo, por lo meteorológico como por el ambiente vivido.

A diferencia de las últimas narrativas, a falta de nuestros poetas, en esta ocasión huiremos del verso y contaremos la vivencia en prosa castellana, tan ruda como la vida que llevan los habitantes de Brieva, el pueblo desde donde partimos la excursión.

Tal como estaba previsto, a las 8 y media –un poco tarde según la opinión de alguna- nos dimos cita 16 montañeros en el lugar previsto para luego ir en coches hasta la villa camerana donde nos juntamos con otros seis que venían directamente de Alberite y dos desde la aldea de Posadas.

Tras los saludos iniciales, presentaciones de quienes no nos conocíamos y después de la última revisión de la mochila, caminamos por las pedregosas calles, con mascarilla en boca, camino del nacedero del río de igual nombre que el pueblo. Los tapabocas no impedían que pudiésemos charlar, cosa que sí hizo la empinada cuesta final de la cima de hoy.

El cielo azul, estaba teñido de algún gris de nubes dispersas y algunas agarradas a las cimas colindantes que dejaron un fino manto de hielo, la cencellada, lo que presagiaba frío en las alturas.

Recorrimos el curso del rio Brieva hasta la confluencia con el barranco Hormazas (1.450 m.). Empezamos a despojarnos de ropa y los teléfonos no pararon de hacer fotos, lo que antiguamente hacía otra máquina ya en desuso, dado que el paisaje era muy bonito: un barranco inicial para luego abrirse en grandes prados que nos hacían ver que antaño fue pasto de grandes rebaños que han ido desapareciendo.

Hubo momentos de silencio para disfrutar del paisaje, quizá también motivados por el esfuerzo, pero muchas veces rotos por la pareja de “incansables”, en el estricto buen sentido de la palabra, que daban conversación a todos los integrantes de la salida e incluso hasta con las vacas que por allí pastaban.

Tras una parada en un refugio para echar un bocado y reponer fuerzas antes de la subida final, ascendimos al Cabezo del Santo (1.855 m.)- ¡hubo quien llevó su latita de cerveza! – y poco antes nos esperaba una víbora en mitad de nuestro camino. Mejor dicho, nuestros pasos iban en mitad del suyo. Y tras el último repecho allí nos esperaba la cima del día, con su mojón y buzón, desprovisto del cuadernillo que en su día dejó Marta.

Las vistas eran espectaculares y cielo totalmente azul : el pico del Urbión, la Mesa y otras cimas de Cebollera a un lado mientras que al otro se asomaban el San Lorenzo rodeado de sus secuaces, con Cabeza Parda como fiel escudero. Los más altos con una fina capa de nieve, impropia por su escasez para esta época del año.

Tras echar un bocado, reponer fuerzas, saludar a los compañeros de Sherpa y tras las fotos de rigor, nos dispusimos a afrontar la segunda parte de la marcha. El frío empezaba a invitarnos a salir de allí.

Descendimos al barranco Morcarizas (1.485 m.), para remontar luego hasta el collado que da acceso a la monte Covaruña (1.583 m.). Las vistas seguían siendo espectaculares, diferentes paisajes: prados, barrancos, grandes rocas… Desde aquí, tras un breve descenso, llegamos a la boca de la curiosa cueva de Covaruña. Dejamos las mochilas en la entrada, nos pusimos los frontales y nos adentramos en el interior de la montaña. No es muy profunda pero sí había algunas formaciones curiosas, una gatera en la que algún “oso” intentó entrar y casi se atasca, bajo la presencia de algún murciélago quizá molesto con nuestra presencia.

Desde allí bajamos con cuidado por la empinada y resbaladiza ladera hasta llegar al arroyo Berrinche para ir buen rato paralelo a su curso. El comando Alberite que iba en cabeza, siguieron tan al pie de la letra estas instrucciones que se saltaron el cruce por lo que tuvieron que remontar más adelante, lo que hizo que este grupete hiciera más desnivel que el resto. Y presumieron de ello.

Ya todos juntos, nos encaminamos hacia el bonito desfiladero de las Escaleras y que finalmente en un pequeño tramo de pista nos llevaría hasta Brieva.

Luego, nos juntamos todos, por grupos en correspondientes mesas para cumplir con la legalidad vigente, para tomar un refrigerio y echarnos las últimas risas de la jornada.

Ha sido un recorrido de algo más de 16 kms. y un desnivel aproximado 1000 m., datos que arrojaría un aparato de geolocalización, pero seguro que este instrumento es incapaz de decir que fue un día estupendo, de esos para enmarcar y como diría Sandra, de 10.

Gracias a los que habéis aportado fotos: Goyo, Abel, Sandra, Sergio, Marijose y alguno más.

Y a todos por haber contribuido a una buena jornada montañera.

Nos vemos en la próxima.