Fin de semana en Lizara. Punta Napazal y collado de Lo Foratón. 23 y 24 de abril de 2016
Una breve crónica del finde en Lizara
Hola montañer@s, según teníamos planeado, el sábado 23 a las 7’00 h. nos dimos cita 11 componentes de la avanzadilla del club para dirigirnos hacia el refugio de Lizara, donde haríamos base para nuestras excursiones.
Llegamos allí antes de las diez de la mañana y preparamos las mochilas para encaramarnos hacia el Llena del Bozo, objetivo del día. Conforme caminábamos por el valle disfrutábamos del paisaje y de la suerte por tener un día espléndido y soleado. El río sonaba a nuestra derecha, con alguna cascada, fruto del deshielo que nos avisaba de que la primavera había llegado. Tras algo más de una hora, llegamos al “cacharros point” donde unos se pusieron los esquís, otros las raquetas y algunos los crampones ¡Qué ganas de excursión invernal! Y poco a poco llegamos hasta el collado mientras que las nubes se acercaban por nuestra izquierda. Llegados en este punto, vimos que nuestro objetivo estaba cubierto por las nubes por lo que decidimos cambiar de meta e irnos hacia el cordal soleado. Primero coronamos un pico de nombre desconocido para nosotros para luego llegar al Punta Napazal (2.117 mts). desde donde pudimos disfrutar de un maravilloso paisaje, aunque el Bisaurín, nuestra cita del día siguiente, se escondía de nosotros bajo el manto de unas nubes grises. Tras la foto de cima de rigor, nos lanzamos hacia abajo, unos esquiando y otros a “cornejal” como diría Alfonso, esto es, en línea recta y como se pueda. El grupo se juntó en un arroyo, al abrigo del viento, y decidimos sacar nuestras viandas y darnos un pequeño y merecido homenaje. Tras esta paradita nos encaminamos hacia el refugio donde nos esperaba una tarde relajante plena de pintas de cerveza, partidas de cartas y conversaciones sobre proyectos futuros.
El día siguiente, domingo, amaneció con una fina capa blanca de nieve recién caída, unos nubarrones que no presagiaban nada bueno y un fuerte viento que azotaba los árboles. Así que desayunamos sin prisa, al estilo David Trueba, con un ojo en el café y el otro mirando por la ventana por si mejoraba, pero ni con esas. ¿qué hacemos? Claro, como buen Club de Montaña y de Alberite, que conste, no nos amilanamos y para arriba. Así pues, el grupo, a quien se había sumado otros componentes llegados en la tarde y noche de ayer, empezamos a caminar bajo unos copos de nieve y viento. Tras un rato caminando, hubo quien se dio la vuelta, nos pusimos los crampones para encarar la pendiente helada que teníamos enfrente. De vez en cuando teníamos que pararnos para adoptar una posición aerodinámica para que el viento no nos tirara y así, con esfuerzo y paso lento como si de mal de altura padeciésemos llegamos al collado de Lo Foratón. Aquí tuvimos que tumbarnos para evitar que el viento nos tirase valle abajo, para rápidamente bajar hacia el valle, algunos caminando, otros esquiando y hubo quien se tiró para hacer prácticas de autodetención.
Llegados a un cruce, los más valientes se fueron hacia el Valle de los Sarrios y otros dirigieron sus pasos hacia el refugio en busca de un lugar lejos del viento para tener un almuerzo en condiciones.
A mediodía, unos y otros pudimos felizmente llegar a nuestras casas con el objetivo cumplido de lo importante de la montaña es regresar sin percances. Eso sí, en el viaje de vuelta miramos por el retrovisor del coche la silueta del Bisaurín que en esta ocasión no pudimos alcanzar su cima. Otra vez será.