Ascensión al Gorbea. 16 de diciembre de 2018
Dedicamos estas líneas a quienes quisieron venir a la excursión y no pudieron, al igual que a quienes pudieron venir y finalmente no quisieron.
A las preguntas que quizá os planteéis, las respuestas son No, Sí e indudablemente. Veamos, nos ha llovido? No. Lo hemos pasado bien? Sí. La compañía fue estupenda? Indudablemente.
A las 8 de la mañana con muchísimas dudas sobre el tiempo, nos juntamos 13 montañer@s en el punto de partida. Mientras jarreaba agua nos distribuimos en los tres coches camino de Murua.
Tras menos de una hora de carretera en la que la lluvia iba poco a poco cesando, llegamos a una cafetería donde nos esperaban el resto de la expedición: Alfonso, Mónica y otros dos compañeros. Y de allí al aparcamiento donde dejamos los coches y nos preparamos para arrancar.
Los primeros pasos fueron bajo cuatro gotas de agua, cuatro, y fue la última vez que ocurrió en el camino, contra todo pronóstico y para la alegría de todos. Hoy los chubasqueros no han tenido trabajo.
Al poco de caminar nos encontramos con un río en mitad del camino, infranqueable sin mojarse los pies, por lo que nos dimos la vuelta para iniciar otro itinerario. Al poco nos metimos en un espectacular bosque de hayas, desnudas de hace pocas semanas, donde el musgo se mostraba en todo su esplendor.
Poco a poco íbamos ascendiendo y la niebla jugaba con nosotros haciendo un paisaje mágico. Cuando salimos del bosque, proseguimos por una senda hasta que vimos la cruz del Gorbea al alcance y el viento quiso unirse a la fiesta.
Y llegamos a la cumbre con sus 1482 metros de altitud tras haber ascendido unos 800 metros de desnivel, en el que el fuerte viento estuvo presente. Disfrutamos del paisaje e hicimos unas fotos, pero apenas pudimos echar un bocado.
Tras varios minutos empezamos el descenso por otra senda y fue cuando apareció el sol para con sus rayos acariciar nuestras caras frías por el aire.
La senda estaba embarrada y mientras poníamos el ojo en el camino, charlábamos con nuestros compañeros sobre hazañas anteriores y futuros proyectos.
Y así, tras casi 5 horas de tranquilo caminar llegamos a los coches, donde dejamos las mochilas y nos quitamos las botas.
De aquí fuimos al bar de las piscinas del pueblo, donde nos pedimos las bebidas mientras compartíamos los bocatas, el chorizo, el paté, queso y demás viandas. Luego llegó el café y las despedidas.
Y a casa.
Ha sido un estupendo día de montaña. Gracias a tod@s.