Ascensión a la Mesa de los Tres Reyes. 24 de mayo de 2015

El domingo 24 de mayo, jornada electoral, realizamos nuestra excursión pirenaica con el objetivo de ascender a la Mesa de los Tres Reyes de 2448 m.

Seis expedicionarios fueron la tarde anterior a Zuriza para no madrugar el domingo y ya de paso tomar unas cervezas y charlar sobre proyectos futuros, mientras la tele nos escupía con imágenes de partidos de fútbol de la última jornada de liga, que en realidad nos la traía al pairo.

A las 8’00 h. del domingo, el grupo se completó en el aparcamiento del refugio de Linza, compuesto por 11 montañer@s del club. Tras los saludos iniciales, repasar las mochilas y mirando al cielo con la esperanza de que nos hiciera un buen día, arrancamos nuestros primeros pasos sobre las 8 y 20 h.

Por delante nos quedaba una ruta de unos 1100m. de desnivel neto con la incertidumbre de la meteo dado que soplaba mucho aire. Empezamos a subir con buen ritmo y disfrutando del maravilloso paisaje de este valle. Tras un rato caminando, nos encontramos con vacas y potros pastando, lo que nos recordaba que la primavera – a pesar del frío que hacía- ya había hecho presencia. Y en esos momentos fue cuando nuestra guapa compañera de tremendos ojazos azules, decidió no continuar con nosotros para darse la vuelta, y así fue como la husky de Yosi nos abandonó, ¡qué perra! ¡cómo intuía lo que aún nos quedaba por delante!

Continuamos caminando mientras ganábamos poco a poco altura, pasando por algún pequeño nevero y alguna tenía energía para animarnos con su “¡qué día más espectacular!” si bien el resto no parecía estar muy de acuerdo en cuanto a lo climatológico se refiere. Y así, petit a petit como dirían los franceses a cuya patria visitaríamos en breve, llegamos al Collado de Linza (1.935 m.) donde está el cruce del camino que asciende al Petretxema. Por cierto, nuestro compañero de parecido nombre, con tx incluido, ahí estaba haciendo de comentarista con sus mordaces frases que nos hacían reír.

En este punto empezamos a bajar y ya nos encaramos con nuestro objetivo del día. En las inmediaciones de la Hoya de Solana (1.860 m.) paramos a comer algo al lado de un pequeño refugio. Tras este receso, nos dispusimos a afrontar la ruta que nos llevaría a la cima, que coqueteaba con nosotros, tanto se mostraba esplendorosa como se tapaba con la niebla que acudía en su ayuda.

La nieve cada vez estaba más presente y tras caminar un rato sobre ella, decidimos ponernos los crampones dado que empezábamos un nuevo trecho más empinado, con roca y quizá con hielo. Tras colocarnos los pinchos, piolet en mano, nos pusimos en fila caminando en silencio mientras la cima seguía coqueteando, como si quisiera jugar con nosotros, seducirnos con sus transparencias neblinas…..

En un punto determinado, una pareja del grupo decidió volverse por la situación de la ascensión o quizá porque prefirieron no participar en este coqueteo y optaron por algo más íntimo. Nunca lo sabremos.

Los nueve restantes seguimos ascendiendo, con algún paso complicado hasta que llegamos a la cima. Y cómo no, tal como suele ocurrir muchas veces en la vida misma, el coqueteo es solo eso, un juego en el que finalmente quien juega con nosotros decide taparse. Y así, allá arriba en la Mesa de los Tres Reyes(2.448 m.), frontera entre Francia y España, no pudimos disfrutar de las maravillosas vistas que supuestamente debe haber. Nos conformamos con ver la reproducción del Castillo de Javier y una réplica en miniatura de este mismo santo. Y tras la foto de rigor de cima, empezamos a bajar con cuidado. Hemos hecho la mitad del camino.

Otra vez en fila, desandamos nuestros propios pasos para ir poco a poco descendiendo, al principio en silencio y ya después charlando de forma animada hasta que paramos a echar un bocado. Mucha hambre parece que hubo ya que las palabras desaparecieron para volver algo más tarde.

Pudimos ver rebecos y hasta un par de marmotas que andaban despistadas pensando que era primavera mientras que el frío aun estaba presente, aunque una de ellas posó para la foto.

Poco más que añadir puesto que el regreso fue tranquilo hasta que llegamos al refugio de Linza tras haber caminado algo más de 16 kilómetros. Y allá estaba la pareja que se dio la vuelta, con una buena sonrisa plantada en sus rostros.

Nos cambiamos de ropa, nos lavamos un poco y tomamos las cervezas de rigor para poco después regresar a Logroño para poder llegar a tiempo a las votaciones. Nosotros con la conciencia muy tranquila, muy distinta de muchos de los que prestaban su cara en los carteles electorales para ese día.

¡qué día más espectacular!