Sierra Cantabria desde Peciña. 5 de octubre de 2025

Si las crónicas tuviesen título, a esta la titularía: La Sierra de Cantabria nunca defrauda. 

Gracias a la propuesta de nuestro amigo Alfredo, que al final no pudo venir, en esta ocasión hemos transitado por un sector poco conocido entre el puerto de Herrera y el Toloño. 

Partiendo desde la localidad de Peciña remontamos un rato por una pista para ir calentando antes de meternos en el primer barranco y encontrarnos las primeras pendientes pronunciadas que la vegetación de la zona hace más llevaderas. Llegamos a los restos de la Ermita de Rosa y poco después a la Nevera que lleva su mismo nombre.  Luego continuamos  hasta alcanzar el puerto (adivinad el nombre...sí, de la Rosa también) para dirigirnos a nuestra primera cumbre del día. 

Como hacía tiempo que no nos veíamos y teníamos muchas cosas de las que hablar, los tramos de pista se nos hacen tan cortos que nos pasamos de largo el sendero que atraviesa hasta la cumbre, y mira que el hito era bien grande (en nuestra defensa puedo decir que estaba detrás de un árbol de generoso porte). 

El último tramo de la ascensión se pone divertido al tener que superar un estrecho pasillo en forma de escalera que nos lleva directos a la cumbre del Zelarruntxa. La niebla y el frescor nos hacen parar poco, y tras la foto de rigor, retrocedemos un tramo para continuar nuestra ruta circular.  La siguiente cumbre que nos encontramos poco después es la de Peña Kocinas, con su curioso buzòn. 

El tiempo afortunadamente mejora,  y vamos perdiendo de vista la niebla y la humedad para disfrutar de las vistas desde el Atxabal.  La bajada al puerto de Olsuna lo hacemos pasando por un reguero de puestos de paloma que consiguen despistar tanto a Julián que le hacen olvidar su bastón y le obligan a recorrer unos metros más para recuperarlo.  

Durante el descenso pasamos por las anunciadas cuerdas de las que habíamos oído hablar, pero comprobamos que el camino no tiene mayor dificultad y parecen estar puestas para asegurar el paso de los cazadores después de un buen almuerzo.

La bajada desde el puerto hasta el pueblo sigue atrevesando vegetación de lo más variada que nos hace sentir por momentos como si nos hubiéramos teletransportado a otro valle.

Fuimos tan aplicados que llegamos al pueblo con el bocadillo en la mochila y decidimos dar con él antes de montarnos en el coche para volver a casa.   

Sin duda una bonita jornada en la que echamos mucho de menos a su promotor, Alfredo, sobre todo porque sin él nunca hubiésemos llegado a casa sin haber parado a echar una cerveza por el camino.